domingo, octubre 01, 2006

BOLAÑOS COMENTANDO A LARRAIN

Al llegar a Córdoba portaba lacerante bajo el omóplato un holográfico bife de chorizo y unas cuantas ideas descabelladas que me causaban un malestar en el hombro derecho que solo se puede recrear por empatía. La felicidad que sentí frente a ese plato blanco conteniendo un oloroso trozo marrón de brillo graso, el aroma del vino, nafta y parrilla, looos diaaálogos amooorfos de esos cordobeeeses, cordobeños o cordobitas, toodo juuunto, quedan solo en minúscula parte en estas letras. Ante mi y ante nadie mas, se desplomaba mi triste sueño agónico, era el instante, no otro. Una foto, o varias por la impericia de la delegación en un cordobés con un aparato para inmortalizar lo poco que puede quedar en una instantánea. Ahí quedé, digital y sonriente frente a mi vaporoso, cálido y quizás blando y sabroso trozo de carne, el vino que ya me exacerbaba no apareció pero se puede apreciar que es lo que falta en la botella. No están el olor ni el ruido ni el sabor, y en este caso, tampoco está la foto, y no va a estar, porque se debe dejar el espacio para la ensoñación, el misterio y la libre divagación de las interpretaciones del ojo frente a la imagen, lo demás es ver y oír por televisión un decisivo y excitante partido de ajedrez en el relato de Pedro Carcuro (y sin comerciales). No gracias.
A menos elementos en una fotografía, más es lo queda fuera que es mío.
El relato me arrebata.

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